miércoles, 22 de julio de 2009

Mi hernia

El pasado viernes tenía una cena con tres amigos, uno conocido, ya consolidado como tal digamos y dos intenciones más. Siempre es saludable conocer gente nueva.
Fue en la noche anterior, cuando trago de por medio con mi amigo, se me ocurrió ofrecer la cena, lo hago siempre, me gusta, no por los tragos.

Como buen simulador hice gala de cocinero,parte del set de herramientas de soltero codiciado, adquirido en un remate de la belle epoque en una version freeware tarzán 2.0.0.9 . Todo un paquete de software totalmente demodé, inútil, lento y con muy pocas instrucciones. Pero mi cpu por el momento se resiste a nuevos upgrades, cosa de drivers tal vez, puede también que la memoria no sea suficiente, aunque también creo que mi registro contador de programa está desbordado por problemas en el puntero de pila. Esto es sólo un vistazo a mi Core (núcleo) y a la interfaz de usuario. Si me pongo a analizar el rendimiento.......
Volviendo a los sucesos, presumidos de cheff hay tantos como presumidos de buenos gourmets, o sea que juntar el hambre y las ganas de comer no es Misión Imposible en este mundo. Pero no era éste nuestro caso, puedo afirmarlo, no fué el hambre.

La cena transcurrió bien, la comida sabrosa, nada complicado. Moderno digamos. Simple.
Faltó mi consolidado amigo, no le pregunté porqué, asumo que se asustó del puré instantáneo cuando se enteró para que era el litro de leche que le pedí.
La cena y la reunión no van a ser el motivo del relato, ya que fueron breves. En pocos minutos la visita notó mi malestar, y educadamente y sin indagar acerca de lo que me molestaba,puesto que lo expliqué, agradecieron y se retiraron temprano.

Una maldita hernia, que se me declaró hace un par de años creo, venía haciendo de las suyas en ése momento y ya venía molestando desde temprano.

Como si fuera una lombriz o cualquier animalito doméstico yo la venía controlando desde entonces, una simple presión en la zona abdominal y listo, adentro animalito, a la cucha. No parecía gran cosa , a pesar de las advertencias que el cirujano me dio una tarde de otoño (¿?)(acá no existe el otoño, todo el año es verano, unas veces menos calurosas que otras). Me había dicho que era riesgoso, que debía operarme. Sonaba lógico, soy un hombre culto dije y con mi cabeza dando movimientos cortos y rápidos de arriba abajo, mis cejas levantadas y los párpados a medio camino, daba a entender que asentía.
Resultó ser un gran motivador este cirujano y para comenzar a inyectar entusiasmo en este renovado hombre, deseoso de beber de la fuente la juventud, me sugirió que adelgazara, que así de gordo no me operaba. No me habló de infartos , ni de riesgos coronarios, su cara de aprensivo hablaba a las claras de su aversión a las grasas mientras presionaba con su dedo índice mi amorfo ombligo. Inmediatamente vio mi cara de desilución sugirió un análisis de HIV, ahí fue cuando notó mi estrabismo y bajó el nivel de los golpes sugiriéndome un electrocardiograma también, pero que eso era para el anestesista solamente.
Me dijo que era algo muy simple, que no me preocupara, que era ambulatorio (yo estaba por serlo), que la recuperación iba a ser rápida y que sólo no debía hacer deportes durante un corto período. De qué deporte me habla éste?, no se que le llevó a pensar que era deportista con la panza que yo tenía en ese momento.

Repuesto del primer shock prosiguió con el segundo paso de la motivación. Sentado del otro lado del escritorio, él, inmune, y de este lado, yo, impávido. Tenía en sus manos un talonario de recetas, aunque sospecho que eran facturas, y me comenzó a explicar que lo mio era un problema de nacimiento. Yo ya no sabía si hablaba de mi psiquis, de la cicatriz que llevo sobre la ceja izquierda, de la tiroides o de la forma en que me vestía. No terminaba de salir de mi impavidez y mi estrabismo que ya me sentía un poco cifósico. Iba evidenciando una especie de joroba, producto de mi desplazamiento hacia abajo en la silla, mis brazos estaban totalmente relajados en posición vertical, casi tocando el piso y la nuca contra el borde del respaldo. Seguí ahí, escuchando atentamente y me explicó que mi hernia era un problema de nacimiento, si bien la noticia debió ser un bálsamo a mi emergente angustia yo seguía ahí, impávido, estrábico y casi cifósico. Ahora mi cabeza debatía entre la genética de mi madre, Freud y el profesionalismo del obstetra que me vio salir. Pero la explicación del médico dio un giro sustancial y pasó a explicarme que debido a mi problema de nacimiento el seguro médico no iba a cubrirme los gastos de la intervención quirúrgica, debía pagarle a él, al hospital y al anestesista. Pregunté por el desayuno, obviamente no contestó, tampoco rió. Como una revelación llegué a pensar si los que tocan el arpa cobrarían en caso de una fatalidad. Yo estaba relajado, en estado de latencia casi, pero cuando escuché la noticia reaccioné. Mi brazo derecho se movió suave y lentamente y mi mano acarició los dos bolsillos en señal de condolencia. Al verme me preguntó si buscaba algo y le contesté que estaba preocupado por las llaves del carro. Me hizo notar que las tenía en la mano. Respondí con un suspiro en cadencia descendente, forzado por la posición curva que había adoptado y no dejaba mover mi diafragma, y con un sonido final agudo, surgió de mi boca. Pareció un Ayyy de ultratumba.
Casi tengo que arrodillarme en el piso para poder incorporarme de la silla, pero lo logré con bastante naturalidad, creo. Pregunté si eso era todo, a lo que me contestó que si, que cuando adelgazara volviese.

De la misma manera que retengo líquidos, también retengo las emociones, es como si el drenaje de mis lóbulos frontales estuviera tapado, todo queda ahí y cada tanto una purga ocasional me libera de algunas. Catarsis que le dicen....
Yo seguia con ganas de solucionarlo todo sin embargo y antes de irme aproveché para pedirle un estudio de la cabeza o algo, de esta manera el seguro médico me pagaría el psícologo y así mataría dos pájaros de un tiro, mi gordura y mis brotes traumáticos. La hernia, ya no existía en mis prioridades. A lo cual contestó que los cirujanos no tienen competencia para emitir ese tipo de certificados.
Gracias a Dios soy un tipo que suele, no siempre, tengo algunos males crónicos, recuperarse bastante rápido en lo que refiere a lo anímico. Ni bien bajé las escaleras del hospital y vi mi prominencia en la barriga fue ahí, en ese instante , que decidí adoptar la lombriz.
Finalmente adelgacé, eso me sirvió para mantener mis brotes traumáticos congelados, y la hernia controlada. Pero hace cuatro días la hernia dijo basta y hubo que operarla, se fue dejando como huella una cena truncada y una carrera de mountain bike perdida antes largar.
Todo va a mejorar me dije, hasta que al segundo día de mi recuperación me enviaron un teléfono de la oficina y un block de notas a mi casa , miro mi herida y me pregunto si tendrá algo que ver en todo ésto, si es parte de la huella.
Esta semana de recuperación no va a ser fácil, pero hoy solo me preguntaba cómo diablos llegué hasta este punto.


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